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¿Quién es Cecilia de Souza?

Publicado en "El puente" en el Nº55 de la revista Colores Complementarios mes de marzo 2014

Nacida en Montevideo, Uruguay, en 1972, se exilia a Buenos Aires con su familia cuando sólo tenía un año. Allí cursa la carrera de pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes Pirilidiano Pueyrredón, asiste por 4 años al taller de Miguel Dávila y se desempeña como ayudante de cátedra de Elsa Soibelman en el IUNA. Desde el 2006 vive y trabaja como docente en Ushuaia. Y pinta, sobretodo pinta. Su taller, una buhardilla arriba de su casa, está lleno de lienzos para descubrir y disfrutar. Coloridas, expresivas, conmovedoras, inquietantes… son las pinturas de Cecilia de Souza.

Su obra se puebla de imágenes que evocan una intimidad, la de la artista, y que a su vez, nos hacen parte de ella. En sus cuadros siempre hay personas, sobre todo niños y niñas, que miran directamente al espectador, haciéndonos partícipes de lo que les pasa. ¿Y qué es? ¿Qué ocurre con sus personajes?

Cecilia de Souza en su taller, Ushuaia 2014





La mayor (2010) 100 cm. x 120 cm.



Los varones (2011) óleo y acrílico sobre tela 100 x 120 cm.

 Cecilia de Souza investiga sobre la naturaleza de la disciplina, sobre el modo de representación de la pintura. En palabras de la propia artista “articulo recuerdos en imágenes que desdibujo y desintegro, que molesto de diversas maneras. Parto de una fotografía familiar, que solo importa porque es un recuerdo, un momento en mi historia personal, en una historia personal, la reproduzco sin utilizar ningún método tecnológico de traspaso de la imagen, manualmente, óleo sobre tela, utilizando solo la observación, con una técnica pretendidamente realista, como un intento de recuperación de un recuerdo que se evidencia siempre algo deformado por el entramado de circunstancias que conforman el presente desde el que se mira ese momento pasado. Las marcas del tiempo, el deterioro en la imagen son la mancha derramada, la tachadura inducida que tapa la imagen pictórica integrada. Propongo analogías de construcción y reconstrucción del medio y de la memoria.”



Negro (serie desintegración 2009) Óleo sobre tela 100 x 100 cm.
La importancia del rosa (2009) 100 x 150 cm. 

En este caso, el proceso artístico, importa tanto como la obra que resulta de él, ya que es precisamente durante los momentos de la creación donde se dan estas instancias de armado y desarmado de las imágenes, movimiento que el espectador repite a la inversa cuando se encuentra frente a la obra terminada, por esa costumbre que tiene nuestra forma de mirar, de completar mentalmente aquello que visualmente carece de alguna de sus partes.  El proceso deviene materia gracias a la acción creativa de la artista y al contemplarla vuelve a ser proceso dentro de nosotros.

 Es la magia del arte, es la magia de la sensibilidad humana, poder trascender la realidad y el tiempo inmediatos.

Una de las características del arte contemporáneo es el valor del proceso por encima de la obra-objeto, propia del llamado arte conceptual, desde que Marcel Duchamp, en la segunda década del siglo XX presenta sus primeros ready-mades, objetos de la vida cotidiana, como Rueda de bicicleta y  Urinario que son descontextualizados y exhibidos en una galería o museo como piezas de arte adquiriendo por sola intención del artista un nuevo sentido, sin siquiera transformarlos materialmente.Obviamente era una crítica al arte como mercancía, al valor desmedido que el mercado del arte otorga a los objetos. Con estas acciones nace el arte conceptual donde la idea importa por encima del objeto.

“Me interesa la pintura como medio, el arte contemporáneo como fin, supongo que mi planteo tiene algo de conceptual en tanto insiste en cuestionarse a sí mismo.” Si bien la obra de Ceci de Souza tienen características conceptuales, porque además el mismo proceso deviene en discurso, su obra es también muy matérica. ¿No es acaso a través del soporte y la pintura que llega a conmovernos?

En la serie que forman los cuadros Luz que tuvimos, Luz que tuvimos II y El día de los muertos ,  De Souza reproduce de manera minuciosa y realista a sus personajes, gracias a las fotografías de su álbum familiar, pero después, y casi sin piedad arroja pintura sobre ellos directamente desde el pincel o el frasco. Ciertas corrientes artísticas de la segunda mitad del siglo XX defendieron que lo realista en la pintura no es la manera de representar, sino la propia materia en sí, la mancha. En relación a esta opinión de Souza manifestó “Trato de no pensar en el resultado sino disfrutar el estado y la experiencia de pintar”. Gracias a la técnica del goteo, cuyo máximo exponente es el expresionismo abstracto de Jackson Pollock, la pintura cae con intención pero sin un control total, como huella del gesto del pintor, con expresión y voluntad propia. De manera similar, casi por azar, la memoria selecciona y distorsiona los recuerdos sin permiso expreso.


Luz que tuvimos II  (2010) óleo y acrílico sobre tela 100 x 100 cm.

 Luz que tuvimos I (2010) 
El día de los muertos

En otras obras la imagen no es manchada sino que simplemente el dibujo queda inacabado, como imposible de concretar. También frente a estos cuadros nuestra imaginación se pone a trabajar buscando un sentido a aquello que puede no tenerlo. Por ejemplo en el cuadro Ida solo, los pies de la niña están apenas esbozados, y una no puede dejar de imaginar que esos pies no poseen un aspecto físico porque tienen todavía mucho por recorrer y su futuro es incierto.


Ida sólo

En la pintura-instalación Perra ciega, presentada en la Casa Beban durante la edición del MAF (Mes del Arte Fueguino) de 2012, la artista hace una metáfora sobre la soledad del individuo, y en particular del aislamiento de los artistas que viven en Tierra el Fuego. Perra ciega alude a Buenos Aires, centro dominante del movimiento artístico, respecto del cual ocupamos una situación de periferia. En esta ocasión la intención de la artista fue interpelar al público con un novedoso montaje. En su constante búsqueda de transgredir la propia disciplina, saca a los cuadros de la pared y los cuelga del techo, ocupando el espacio por el que normalmente circula el espectador, creando una dinámica de observación diferente y buscando la desintegración de los límites del cuadro. La instalación consta de veinte pinturas que parecen estar en el aire y en cada una de ellas se representa un perro a la manera realista pero carente de fondo, sin espacio que lo contenga, como flotando en un solo color. 

Perra ciega (2012) óleo sobre tela 100 x 70 cm

En todos los casos, las imágenes difusas, los personajes atrapados en una red de líneas y manchas, los fondos que son color, que son pura materia, se nos presentan como un misterio. Atmósferas a medio camino entre el pasado, el presente y el futuro, o todo a la vez.  Un misterio que para ser develado requiere una contemplación serena y reflexiva, “e ingenua… si fuera posible” agrega la artista. Porque a veces no todo tiene un sentido, una sola manera de ser o parecer. Sino que como creían los surrealistas las palabras y las imágenes esconden un significado propio, el auténtico. Olvidándose de la razón, que domina todo nuestro pensamiento, y sólo a través de un estado subconsciente o a través de los sueños es posible llegar a la otra realidad, la verdadera.

Busco en el espacio incierto entre la fotografía y la pintura. Presiento ahí, en el recorte subjetivo, en el error de la mano, una vía por la que se filtra el inconsciente. La síntesis sin represiones de los sueños. Como la memoria que selecciona y sintetiza, deja solo lo fundamental al relato. Los pilares esenciales que sostienen lo que es. Experimento estrategias que burlen los mandatos del entorno y de la conciencia.”

Lo inestable (2010) óleo sobre tela 105 x 81 cm

 “No creo que pueda haber obra si no hay metáfora y no creo que pueda hacerse metáfora sin un deseo auténtico de traer un sentido verdadero. Un sentido al que es imposible de acceder de manera directa, porque es precisamente aventurarse en el misterio de lo que se trata...”


Creo que Cecilia de Souza coincidiría con Marc Chagall cuando dijo que “el arte es sobretodo un estado del alma”, y ella tiene un alma de exploradora, busca descubrir nuevos terrenos para la pintura y el arte contemporáneo. En su última aventura (por ahora) de Souza viajó hasta Uruguay, donde fue seleccionada para participar de Departamento 20  una muestra colectiva de cinco artistas uruguayos residentes en el exterior que se presenta desde noviembre de 2013 a marzo de 2014 en el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC) de Montevideo. Para esta exposición la artista dibujó estas palabras, buceando en sus recuerdos y emociones más sinceras:

Yo nací con una nostalgia heredada.
Crecí sabiendo que no estaba del todo en casa…
“Lloraste todo el camino hasta acá”, me decían, y yo sentía el orgullo de la resistencia.
Yo crecí con eso, aferrándome a eso, preguntándome: ¿por qué, si ya teníamos un mar, me trajeron a este desierto de piedra?
Junto con las palabras, como siempre pasa, se fueron formando las certezas: allá es mejor, allá sí es mío, allá existe en algún lugar un padre, allá no sería tan rara, allá no estarían siempre medio tristes, allá no estaríamos de más, acá es un error, ellos no pueden corregirlo, yo tengo que poder, algún día…
Pase mi infancia dibujando, entre Alicia y El Mago de Oz y esperando alguna señal, alguna puerta, algún rescate…
La familia es el relato, es la memoria, la que da los nombres, la que provee la tinta para seguirse escribiendo una historia.
Yo era extranjera porque mi familia lo era.
Nuestro relato no aportaba al relato colectivo.
El afuera confirmaba estas certezas de formas oblicuas; yo advertía en los otros adultos una cierta voluntad de disimulo:
-“Vos sos casi argentina”- me decían con sonrisa expeditiva.
Yo intentaba sonar lo más uruguaya posible, no confundir zapatillas con championes, pedirle boñatos al verdulero y que se arreglara para entender…
Sin embargo, cuando íbamos de vacaciones a Uruguay, no podía evitar sentirme, muy a mi pesar, un poco demasiado porteña, como tentada a pedir disculpas, temiendo que mi
extranjeridad fuera una condición más grave en mí que en mi madre o mis abuelos, una especie de mancha de nacimiento imposible de arreglar.
De todo esto estoy hecha, y de mis modos de lidiar con ese mundo medio ajeno: el arte ha sido siempre mi territorio posible. Mi espejo- puerta al otro lado, mi agujero de conejo, mi huracán…
Creo en la condición de artista como estructura del ser más allá de las elecciones.
El arte como un engranaje de la psiquis.
Creo, como dijo un escritor, que no se puede pintar (o escribir) si no es desde cierta
extranjeridad, desde cierta marginalidad.
Somos los testigos, los observadores, somos la memoria sensible, esa es nuestra posición y nuestro trabajo.
Nunca me propuse hablar de esto en mi pintura y sin embargo aparece.
Ahora vivo en Ushuaia (nunca pude con Buenos Aires) sigo pensando en volver de alguna manera, pero ya no me siento lejos de casa.
Ahora vivo en el fin del mundo, o en el culo del mundo, donde la mayoría vinimos de algún otro lado.
Nos llaman paracaidistas y no me sienta tan mal…

Caída, dibujo y collage sobre papel


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